Introducción

Hasta las décadas de los 90, no se tenía un conocimiento sobre los escolares hiperactivos, con trastornos por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), se les identificaba como niños con Problemas de Conducta, Temperamento Difícil, Negativismo, Trastornos Emocionales, etc.

Para 1980 se público en Estados Unidos el Manual de Diagnóstico y Estadística III (DSM-III), donde por primera vez se define el síndrome utilizando una serie de síntomas similar a las características anteriores. Se denomina como el “Trastorno por Déficit de la Atención” (ADD), agrupando otros problemas de comportamiento bajo la categoría de Trastornos de la Conducta. El DSM-III estableció que “las características esenciales son signos de inatención e impulsividad percibidas como anormales desde un punto de vista del desarrollo”. La hiperactividad se describía como presente con frecuencia (ADD-H), pero no era esencial para el diagnóstico.



Ya para 1994 el DSM IV(4) clasifica a la condición dentro del grupo de condiciones tituladas “Déficit de Atención y Trastornos del Comportamiento”, corrigiendo la posible interpretación anterior del DSM III-R que implicaba que todos los niños con la condición tenían problemas de comportamiento.































































































































¿ Por qué consultar a un Psicopedagogo ?

Aproximadamente el veinte por ciento de la población escolar se atiende con un psicopedagogo, según estiman los profesionales del área.

Cada día son más los niños que acuden a estos especialistas. Y no se trata de una moda ni de un capricho, ya que las cifras de menores que presentan dificultades de aprendizaje es aún más numerosa, especialmente, entre tercero y quinto básico.

Generalmente la derivación la hace el profesor jefe cuando detecta que el alumno, en relación a sus compañeros, se está quedando atrás con algunos contenidos o presenta algún tipo de dificultad específica en el aprendizaje.


Antiguamente, los escolares con problemas de este tipo eran comúnmente estereotipados de flojos o incapaces. Hoy esa situación se ha revertido, pues se sabe que las críticas en este sentido poco ayudan y, en cambio, el estímulo y la comprensión, sumados a la valoración positiva, son mucho más eficaces que cualquier llamado de atención.

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